El orgullo de los Yankees

El otro día escuchaba al jugador de fútbol Messi sobre su intención de seguir en el Barsa porque se encontraba feliz, al margen de ofertas económicas y me parecía estupendo (si realmente consigue vencer a las tentaciones económicas vengan de donde vengan) porque creo que el deporte está cada vez mas profesionalizado y menos humanizado, le falta romanticismo y su esencia, que es el deporte en sí. 

Es complicado evidentemente luchar contra elementos como la publicidad y los intereses económicos e incluso otros como los políticos o vaya usted a saber pero me encantaría que el deporte fuera un poco más deporte y uniera a la gente y la hiciera más humana y pasar un buen rato, donde lo importante fuera participar y no ganar. Y en este orden de cosas recordé una esplendida película “El Orgullo de los Yankees”, basada en uno de los más grandes jugadores de baseball americano; Lou Gehrig.

Da igual que te guste el baseball, o cualquier otro deporte, esta película va mas allá de todo eso, se trata de la superación de barreras personales y la lucha por lo que uno quiere así como el sentido de la honestidad.
Se trata de la biografía de Lou Gehrig desde su infancia; ya desde pequeño, como tantos otros chicos americanos sueña con ser una estrella del baseball, que no deja los estudios de ingeniería (en la película, en la vida real estos serían estudios de arquitectura) bajo la atenta supervisión de su tio Otto, emigrante afortunado. En la Universidad es fichado por los Yankees y a los 20 años firma como profesional bateando al lado de Babe Ruth (quien sale en la peli actuando al lado de Gary Cooper). El fichaje realmente debe a Sam Blake (Walter Brennan), el inseparable periodista (según la peli).

Lou (el auténtico)


Luego llegarían los éxitos y conocería a su mujer Eleanor (Teresa Wright). Jugaría más de 2000 partidos y sería una de las estrellas mas famosas de todos los tiempos, pero le saldrá un gran enemigo, una de esas enfermedades que entonces se llamaban las denominadas enfermedades raras, la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y que como desarrollo él, la gente la llamó enfermedad de Lou, una enfermedad neurodegenerativa. Lou se retiraría con el número 4 y ese número nunca se lo volvería a poner nadie (por cierto, es mi número favorito).

Las escenas de la despedida son realmente emotivas, tanto las de Eleanor disimulando la gravedad de la enfermedad, el periodista Sam Blake, que no puede ocultar esa gravedad, Lou afrontando los hechos e incluso el público en general aplaudiendo con respeto a un genio, o el chico al que fué a ver un día Lou postrado en la cama y le prometió dos carreras completas si volvía a andar, en fin escenas que a cualquiera le hacen soltar un bate y aplaudir sin parar. Sin duda escenas cargadas de gran emotividad que me recuerdan al gran director Frank Capra.

La razón de que esta película este también rodada es que detrás de la cámara está en Sam Wood, para mi uno de los grandes por el mero hecho de rodar con los hermanos Marx (o por aguantarles, jeje) o rodar pelis como “Por quién doblan las campanas” o “Lo que el viento se Llevo”, por ejemplo. La fotografía es esplendida y corre a cargo de Rudolph Maté, la música de Leigh Harline y el guión de Jo Swerling & Herman J. Mankiewicz.
En fin una peli ¡para no perderse ni el intermedio y ponerse en tribuna!

Nota 7.8